Los seres humanos no tenemos una personalidad única, sino tres:
- La persona que creemos cree ser
- La persona que los demás ven en nosotros
- La que somos en realidad
Pues bien, el autoconcepto se refiere a la primera de las tres posibilidades, puesto que no es más que el conjunto de ideas o creencias que tenemos acerca de nosotros mismos; Cómo creemos que somos: Cómo nos vemos, incluyendo las capacidades y destrezas y también los límites que creemos tener para enfrentarnos al mundo.
El autoconcepto se forma mediante nuestras reacciones ante experiencias pasadas, de forma que adoptamos en nuestro comportamiento aquellas acciones que nos fueron útiles y las asumimos como efectivas; también con el conjunto de habilidades, capacidades y destrezas que tenemos; con la imagen que tenemos acerca de nuestro cuerpo, o lo que pensamos sobre él; y con la valoración que hacen los demás acerca de nosotros, (el feedback), que recibimos de nuestro entorno, que empieza en la niñez, y que continúa a lo largo de nuestra vida, en nuestro ambiente familiar, social y laboral.
Aunque parezcan lo mismo, no hay que confundir el autoconcepto con la autoestima, aunque hay que saber que están íntimamente relacionados: Mientras el primero hace referencia al conocimiento que tenemos de nosotros mismos, el segundo define los sentimientos que nos generan ese autoconocimiento.
De forma que si el autoconcepto y la autoestima son altos, nuestra forma de desenvolvernos a nivel personal, social, laboral y a nivel de pareja son adecuadas: Nos valoramos suficientemente y nos vemos capaces de enfrentarnos a los obstáculos se nos presentan. Sin embargo, si el autoconcepto y la autoestima son bajos, podemos encontrarnos en situaciones en las que nos sentiremos incapaces de enfrentarnos a las dificultades. Esto puede desembocar en depresión, ansiedad, y dificultades en las relaciones.
La buena y mala noticia a la vez es que la opinión y los sentimientos que tenemos hacia nosotros mismos pueden cambiar: Lo que hoy es positivo mañana puede ser negativo y viceversa, un día podemos valorarnos y querernos poco, y al día siguiente aprender lo contrario, y disfrutar de las oportunidades que ello nos brinde, con la ventaja de lograr sentirnos mejor con nosotros mismos.
O sea que ¡Arriba el autoconcepto!
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