Todavía recuerdo como en el colegio días previos al Día de Andalucía dibujábamos el mapa de nuestra comunidad, en él aparecía un monumento significativo de cada provincia: recuerdo especialmente como me encantaba colorear, la Mezquita de Córdoba.
Luego, la bandera de Andalucía que pintábamos para ponerlas en un palito, en la que empleaba todo mi lápiz de plastidecor o el alpino y que me dolía el dedo de tanto darle al lápiz y el Himno de Andalucía que teníamos en un papel para cantarlo y que con el tiempo acababas memorizándolo.
En la infancia, te pueden decir que eres andaluz, pero apenas alcanzas a comprenderlo, simplemente imitas y asientes lo que te dicen.
Una vez que vas creciendo y empiezas a viajar no hace falta que sea al extranjero simplemente dentro de España, empiezas a comprender y a aprender lo que es ser andaluz. Cuando ves de lejos tu tierra, convives con otras personas de otros lugares, o te dicen que eres andaluz, aunque muchas veces caigan en los tópicos y tú digas en tu interior (uff, esto es lo que conocen de Andalucía...).
Creo que tenemos una tierra maravillosa a la que deberíamos cuidar y defender más: nuestra cultura, nuestros valores porque como en la vida, muchas cosas son cíclicas mientras tú lees esta entrada hay otro niño, otra niña que empieza a aprender a ser andaluz, andaluza...