viernes, 4 de mayo de 2012

Sobre impacientes y pacientes


LA IMPACIENCIA   

Extracto del diario de un impaciente:   

   Soy un impaciente. Tengo todos los síntomas de un impaciente. Detesto los atascos hasta el punto de que he organizado siempre mi vida para no tener que viajar al trabajo. Actualmente mi casa, el trabajo y el cole de mis chicos están todos a menos de 5 minutos. De mi casa al aeropuerto son 15 minutos y al ir por detrás de la Moraleja nunca hay atasco (está todo pensado por un impaciente). No voy al cine porque no aguanto hacer la cola. En cambio, veo películas en mi casa y de descarga, porque cuando me compro los DVDs y me ponen publicidad sobre cómo descargar es robar… pierdo la paciencia.

   Los libros son una lucha para mí. Empiezo a leer algo como El Espejismo de Dios y luego de 150 páginas de escuchar pruebas sobre la inexistencia de Dios se me acaba la paciencia. Ya entendí, Dios no existe. ¿Para qué aguantar las próximas pruebas narradas a lo largo de las siguientes 200 páginas? De cada 10 libros que empiezo debo terminar uno. O a veces me salto partes para terminar antes. En los restaurantes, cuando demoran mucho, soy el primero en quejarme. Cuando me vine de Nueva York a Madrid sufrí mucho por lo que tardan en darte de comer en los restaurantes españoles. Para colmo me topé con una cultura en la que esperar sin quejarse es una virtud. Si me toca esperar solo en algún sitio estoy siempre con mi Blackberry o mi iPhone. Tener que esperar sin nada que hacer me desespera. Si no tengo nada que hacer me lo invento. Todo para disimular la espera. Por ejemplo, una de las cosas que detesto del sistema de los notarios, que desconocía hasta llegar a España, es que no se les puede pagar para que vengan a tu oficina, que tenga que comerme un atasco para ir a Madrid y además que me hagan esperar al llegar. Lo mismo con el dentista y médicos en general. En Argentina, de chico, el médico venía a mi casa y sin duda me malacostumbró. En Madrid últimamente voy a un dentista que entendió esto y me dan horarios en los que saben que no voy a tener que esperar.
   Ahora eso si, yo en general soy puntual. No me hago esperar porque siento que la otra persona sufriría como yo. Algo poco probable. Mi condición de impaciente me hace muchas veces una persona desagradable, hasta maleducada diría. He escuchado teorías con respecto al origen de mi impaciencia. Una dice que como mi madre solo tenía 21 años cuando yo nací y como era joven e inexperta, mis necesidades básicas de niño fueron satisfechas con mucha demora. Puede ser, pero como a mí no me gusta echarle la culpa al otro por mis problemas, algo que parece ser la base del psicoanálisis, me considero absolutamente culpable de mi impaciencia y exonero a mi madre. Pero en temas de impaciencia no todo es malo. La misma impaciencia que en la vida real me hace un inquieto crónico, parece estar especialmente bien adaptada para la vida del emprendedor.

   Empecemos con el tema de la creatividad. La creatividad está muy ligada a la impaciencia. En general soy muy bueno para resolver problemas logísticos y los resuelvo con creatividad. La idea de Fon en sí me vino por un acto de impaciencia. Tratando de conectarme a WiFi encontraba en París cantidad de redes, pero todas cerradas. Es entonces, urgido por la impaciencia de conectarme, que se me ocurrió la idea “comparte un poco de ancho de banda sobrante en tu casa y navega gratis por todo el mundo”. Es en esos momentos de impaciencia que soy más creativo. Por ejemplo, el pasado año comenté sobre el tema del accidente de Air France. Muchos de mis comentarios, que fueron criticados por gente en general mucho más pacientes que yo, decían que había que esperar a lo que digan los expertos. Yo justamente sé un poco de todo porque no tengo paciencia para esperar a los expertos.

   Cuando tengo un problema, investigo. Y, en este caso, siendo piloto, me muero de impaciencia cuando veo lo mal que funciona la aviación, lo anticuada y absurda que es. Volar es un viaje en el tiempo. Cuando estamos a 35 mil pies y los controladores no nos encuentran y cuando nos encuentran, porque volamos sobre tierra, sé que ellos me están viendo por lo menos a 5 km de donde realmente estoy por la lentitud de los radares. Los radares me ponen impaciente porque son lentos. Y no sólo los radares. Las comunicaciones por radio también. Es increíble que siendo la radio un sistema de comunicación de un canal a la vez se use para la aviación donde todo ocurre a 800km/h y los accidentes pueden ocurrir en menos de un segundo. Cuando yo vuelo me siento impaciente. Quiero que las cosas cambien ya. Pero sé que si en vez de estar dirigiendo Fon estuviera pensando qué hacer, podría transformar mi impaciencia en una empresa. Calculo que la transformación de la aeronáutica será un enorme negocio en los próximos 10 años. Podría meterme ahí.

   Como ven, de la impaciencia al negocio hay un solo paso. Ahora, lo gracioso es estar con un grupo de colegas emprendedores, porque en grupos de emprendedores se respira impaciencia, todos quieren encontrar una solución a un problema ya. Ya, como Ya.com. Ya mismo. Cuando un emprendedor habla y la otra persona no lo entiende se nota la impaciencia en la cara del emprendedor y la angustia en lo de su interlocutor, especialmente si éste es una persona normal, no un emprendedor. Pero el emprendedor se apoya en su impaciencia porque es esa (a veces maldita) impaciencia que hace que su empresa vaya por delante, sea pionera, llegue antes que otras, que su empresa sobreviva la crisis. En el año 2001 me pusieron en la portada (tapa) de la revista Forbes con el titular Young Rich and Restless o sea joven, rico e impaciente. Como se dice en España, con lo de impaciente la clavaron.

   Pero termino reconociendo lo insoportables que podemos ser los emprendedores para los que nos rodean, familiares, amigos, y empleados. O por lo menos lo insoportable que puedo ser yo. Sé que Nina, por ejemplo, es una santa por estar conmigo y le estoy muy agradecido. Mis hijos bueno, con ellos creo que tengo más paciencia , pero si ellos salieron tan buenos alumnos y tan exigidos, por algo será. Alexa, Isa y Tom son 3 impacientes y Leo ni que hablar, a sus 2 años ya parecían empezar los ataques de impaciencia (los míos son como que se me escapa el Leo que llevo adentro). ¿Será que la impaciencia es genética? Y mis empleados supongo que muchas veces dirán que soy increíblemente impaciente, que lo imposible lo quiero en el instante. Si no fuera por la crisis supongo que ya habrían renunciado todos. Pero bueno, yo trato de serlo menos, pero si tengo que decir una característica tanto responsable por mis éxitos profesionales como de mis fracasos personales, no me cabe duda que es mi impaciencia.

   Aprovecho para agradecerte  la paciencia de haberte leído este rollo sobre la impaciencia. Yo que sufro de impaciencia crónica, probablemente ya hubiera abandonado la lectura.



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LA PACIENCIA



Cuenta una historia que el sabio Confucio animó a uno de sus discípulos a caminar por un bosque. Mientras el maestro paseaba distraídamente, silbando y observando los árboles y los pájaros con los que iba cruzándose por el camino, su acompañante parecía nervioso e inquieto. No tenía ni idea de adónde se dirigían. Harto de esperar, finalmente el discípulo rompió su silencio y le preguntó: "¿Adónde vamos?". Y Confucio, con una amable sonrisa en su rostro, le contestó: "Ya estamos".


 La paciencia no es pasividad ante el sufrimiento, no reaccionar o un simple aguantarse: es fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas que la vida pone a nuestra disposición para el continuo progreso interno.

   A veces las prisas nos impiden disfrutar del presente. Disfrutar de cada instante sólo es posible con unas dosis de paciencia, virtud que podemos desarrollar y que nos permitirá vivir sin prisas. La paciencia nos permite ver con claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos.

   La paciencia es la virtud por la que soportamos con ánimo sereno los males y los avatares de la vida, no sea que por perder la serenidad del alma abandonemos bienes que nos han de llevar a conseguir otros mayores.

   Identificamos entonces nuestra voluntad con la de esa “chispa” divina de la que procedemos, y eso nos permite mantener la fidelidad en medio de las persecuciones y pruebas, y es el fundamento de la grandeza de animo y de la alegría de quien está seguro de hacer lo que le dicta su propia conciencia.

   La paciencia es un rasgo de personalidad madura. Esto hace que las personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas sucedan ya que piensan que a las cosas que no dependen estrictamente de uno hay que darles tiempo.

   La persona paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías, triunfos y fracasos del día a día y, por medio de ella, afrontar la vida de una manera optimista, tranquila y siempre en busca de armonía.

   Es necesario tener paciencia con todo el mundo, pero, en primer lugar, con uno mismo.

   Paciencia también con quienes nos relacionamos más a menudo, sobre todo si, por cualquier motivo, hemos de ayudarles en su formación, en su enfermedad. Hay que contar con los defectos de las personas que tratamos –muchas veces están luchando con empeño por superarlos-, quizá con su mal genio, con faltas de educación, suspicacias... que, sobre todo cuando se repiten con frecuencia, podrían hacernos faltar a la caridad, romper la convivencia o hacer ineficaz nuestro interés en ayudarles. La reflexión nos ayudará a ser pacientes, sin dejar de corregir cuando sea el momento más indicado y oportuno. Esperar un tiempo, sonreír, dar una buena contestación ante una impertinencia puede hacer que nuestras palabras lleguen al corazón de esas personas.

   Paciencia con aquellos acontecimientos que llegan y que nos son contrarios: la enfermedad, la pobreza, el excesivo calor o frío... los diversos infortunios que se presentan en un día corriente: el teléfono que no funciona o no deja de comunicar, el excesivo trafico que nos hace llegar tarde a una cita importante, el olvido del material del trabajo, una visita que se presenta en el momento más inoportuno. Son las adversidades, quizá no muy trascendentales, que nos llevarían a reaccionar quizá con falta de paz. En esos pequeños sucesos se ha de poner la paciencia.


1 comentario:

  1. Hoy en día nos hemos vuelto muy impacientes, se adopta la impaciencia que domina a la sociedad...

    por ello muchas veces debemos pararnos y mejorar nuestra paciencia.

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