jueves, 24 de enero de 2013

Una narración extra-ordinaria

   Tranquilo que no se trata de un corta  y pega de ningún relato de Poe. La he llamado así porque podría haberle ocurrido a cualquiera.
   Pedro y Ramón son dos amigos inseparables. Ya desde pequeños iban al colegio juntos, jugaban juntos, y lo hacían todo juntos, incluso se echaron novia al mismo tiempo. No por nada vivían puerta con puerta en el segundo piso de un bloque de viviendas de un barrio de Sevilla. Hasta hicieron juntos el servicio militar y para colmo, fueron padrinos de boda uno del otro.
   Como no podía ser menos, los dos trabajaban en el mismo sitio, una fábrica de muebles en una localidad próxima a su domicilio. No, no vivían juntos, pero eso no importaba, pues los matrimonios pasaban mas tiempo en la casa de sus amigos que en la suya propia.
   Pero el tiempo que lo oxida todo, quiso que un día Pedro sufriese un accidente mientras manipulaba una sierra eléctrica, a consecuencia del cual perdió el brazo derecho. Como fue un accidente de trabajo, consiguió una pensión vitalicia por el 100 por 100 de su sueldo.
   A partir de entonces las cosas ya no fueron igual. A pesar de que seguían siendo muy amigos, algo no funcionaba como antes. Pedro miraba a Ramón en silencio, y luego le decía: -Qué suerte tienes de tener los dos brazos -, y este le contestaba intentando animarle: -¿Y tú que cobras sin trabajar?
   Gracias a su fortaleza mental y el apoyo de su esposa (las dos estaban muy enamoradas de sus maridos) Pedro fue superando el trauma y habituándose a su nueva vida, y mientras tanto Ramón continuaba con la suya.
   Hasta que un día llegó a su casa con la noticia de que su empresa cerraba las puertas pues estaba en la ruina. Sin trabajo, sin apenas paro, por obra y gracia del contable de su empresa y sus chanchullos con los contratos, pronto se vino abajo. A consecuencia de ello, comenzaron sus problemas con su pareja y al poco se vio viviendo en casa de sus padres.
   La depresión de Ramón fue tremenda. Ni los cuidados de sus padres ni los continuos ánimos de su inseparable amigo Pedro consiguieron sacarle del pozo. Hasta que un día no pudo más y se arrojó al vacío desde tercer piso del bloque donde ahora vivía. Afortunadamente un tendedero y un toldo que encontró en su camino hacia el asfalto amortiguaron el golpe, pero no pudieron evitar que después de tres meses de hospital el pobre desgraciado perdiera la movilidad en las piernas.
   Y aquí llegan dando su paseo diario: Pedro, con su chaqueta sobre los hombros disimulando la falta de su brazo, su esposa, que le sigue queriendo profundamente y que empuja suavemente la silla de ruedas de Ramón, los tres en animada charla.
   Moraleja: La vida es un cóctel perfecto de amor y odio; suerte y desgracia, y salud y enfermedad; y te tienes que tomar el que te toque. 




4 comentarios:

  1. El cóctel de la vida, a veces es demasiado explosivo y sobrepasa lo que pudiéramos imaginar. Frente a ello, encuentro extraordinario y capaz de hacer cosas maravillosas el valor de la amistad.

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  2. Por cierto, estoy esperando nuevos capítulos de Vidas atípicas, ya sabes que soy fan de la serie jajajaja

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