Ya sea por realización personal, entretenimiento
o porque la vida nos lo ha puesto tan chungo que la única salida que vemos es
el reciclaje profesional, son muchas las ocasiones en las que optaremos por estudiar
de nuevo … ¡a nuestros años! ¡qué
barbaridad!.
Estas trabas, autoconceptos,
impedimentos mentales, llamémosles como queráis, son los máximos enemigos del aprendizaje, los villanos a los que una persona adulta
debe enfrentarse ante la heroica decisión de actualizar y/o aumentar sus
conocimientos.
Los enemigos del
aprendizaje más frecuentes son:
- Incapacidad o miedo a decir "No sé". Comparamos lo nuevo con nuestras experiencias pasadas y nos cuesta reconocer que hay cosas que no sabemos creyendo que lo deberíamos saber, porque nosotros lo sabemos todo, ¿recordáis?.
- La culpa es de los demás. La postura fácil es considerarse víctimas de factores externos que no podemos controlar. Echarle la culpa de nuestros errores al docente que no sabe explicar, a los manuales mal redactados, etc.
- Dado como soy no puedo aprender eso. O nos consideramos demasiado grandes o demasiado pequeños para la nueva situación a la que nos enfrentamos.
- El fenómeno de la ceguera cognitiva. Cuando no sabemos que no sabemos. Para poder aprender hace falta una declaración de ignorancia. La ignorancia no es lo opuesto al aprendizaje sino el "umbral del aprendizaje"
- Querer tenerlo todo claro todo el tiempo. Cualquier momento de confusión o incertidumbre es evitado a toda costa. No estar abierto a admitir que para llegar a saber pasamos por el no saber y que para llegar a la luz hay trechos de oscuridad.
- Tener adicción a las respuestas. Debemos enamorarnos nuevamente de las preguntas, que son las que abren caminos. Nuestra situación de adulto sabelotodo nos ha hecho acostumbrarnos a dar respuestas para todo … ¡maldito maestro liendre!
- No asignarle prioridad al aprendizaje. (No tengo tiempo). Soy víctima de la vorágine cotidiana y el mundo no me deja aprender (de nuevo un culpable ajeno a nosotros mismos … el tiempo).
- La incapacidad de desaprender. Pensamos que si funcionó bien hasta ahora lo va a seguir haciendo.
- Creer que Aprender y Divertirse no son una mezcla posible y poderosa. Esto es especialmente muy importante para los que se declaren facilitadores del proceso.
- Confundir Saber con Estar informado. Saber es “saber hacer”, es decir que se puede reflejar en resultados, en cambio tener información no se traduce necesariamente en capacidad de acción, ya que es solo un proceso que ocurre en el cerebro, es un paso previo, pero aun falta “tirarse a la piscina”.
- No dar autoridad a “otro” para que nos enseñe. Cuando declaramos a alguien como nuestro maestro, le otorgamos confianza y autoridad reconociendo su mayor capacidad de acción.
- La desconfianza. Confiar significa que al concederle autoridad a alguien estamos dispuestos a someternos a la dirección de esta persona, a sus instrucciones y a aceptar sus exigencias.
- Ausencia de contexto adecuado. Para que ocurra el aprendizaje debemos abrirnos a la posibilidad de que haya algo por aprender. El aprendizaje requiere apertura a lo nuevo y una disposición a cuestionar lo que conocemos.
- Creer que Saber es sinónimo de Tener la Verdad. A veces creemos que la “explicación que damos” le pertenece al hecho y no a nosotros.
¿Aprender y divertirse reñido? ¡Anda ya! |
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