Saber lidiar con la personalidad de los alumnos de un curso de F.P.E. es todo un arte. Para conseguir que colaboren entre ellos y den lo mejor de sí mismos, el docente debe descubrir cuáles son sus puntos fuertes, estimular la libertad de opinión y situarles en la posición en la que más puedan aportar. Después hay tres reglas que pueden ayudar a mejorar la calidad y los resultados del grupo: Asombrar, sorprender y dar ánimos.
Hacerse cargo de un nuevo grupo no es una tarea fácil. Si además se añade que el docente coge un grupo ya consolidado o cuenta con poca experiencia las dificultades son mayores. ¿Cómo puede motivar al equipo para que le siga?
Hay grupos en los que reina el buen ambiente de trabajo y la concordia general, sin embargo, la experiencia nos dice que son mas comunes los grupos en los que predominan las tensiones, las envidias y las críticas, entre otras conflictividades. Y ése es el panorama al que se tiene que enfrentar el docente.
Uno de los efectos más comunes de este ambiente es el distanciamiento, cada alumno va lo suyo y, para no entrar en conflicto con los demás, optan por callarse, por no opinar. Actuar de esta forma empobrece al grupo.
Lo primero que debe hacer el docente es autoevaluarse, porque llevar a un grupo hacia una buena transformación requiere lo mejor de uno mismo, lo que incluye un liderazgo personal para fijar objetivos, comunicarse, confiar, valorar y reconocer a sus alumnos.
Una vez conseguido esto se proponen 3 reglas para mejorar el rendimiento del grupo:
Asombrar.¿Como nos va a impresionar hoy el Formador? Esta es la pregunta que se deben hacer cada día todos los alumnos. Esto provoca un cambio de actitud y hace que la gente se comprometa e ilusione con lo que tiene que hacer.
Sorprender. La monotonía no es buena para nada. Siempre hace falta descubrir y hacer algo nuevo. Concursos, debates sobre la materia en las que la discusión y la réplica sean una parte fundamental. Un buen ejemplo es que un alumno actúe como abogado del Diablo cuestionando y buscando fallos a las ideas, que así se van puliendo y perfeccionando.
Animar. Con demasiada frecuencia los docentes se olvidan de reconocer los méritos y buenas actuaciones de los alumnos, limitándose al examen y a la propia evaluación. No se trata de premiar ni de organizar un acto público, basta con hablar con él directamente y decirle que ha hecho un buena labor o que le gusta su forma de trabajar. Así es cómo se alienta a alguien a seguir adelante, a ilusionarse con el proyecto y a dar lo mejor de sí mismo.
Asombrar.¿Como nos va a impresionar hoy el Formador? Esta es la pregunta que se deben hacer cada día todos los alumnos. Esto provoca un cambio de actitud y hace que la gente se comprometa e ilusione con lo que tiene que hacer.
Sorprender. La monotonía no es buena para nada. Siempre hace falta descubrir y hacer algo nuevo. Concursos, debates sobre la materia en las que la discusión y la réplica sean una parte fundamental. Un buen ejemplo es que un alumno actúe como abogado del Diablo cuestionando y buscando fallos a las ideas, que así se van puliendo y perfeccionando.
Animar. Con demasiada frecuencia los docentes se olvidan de reconocer los méritos y buenas actuaciones de los alumnos, limitándose al examen y a la propia evaluación. No se trata de premiar ni de organizar un acto público, basta con hablar con él directamente y decirle que ha hecho un buena labor o que le gusta su forma de trabajar. Así es cómo se alienta a alguien a seguir adelante, a ilusionarse con el proyecto y a dar lo mejor de sí mismo.
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