Un nuevo año acaba de empezar, y como todos los comienzos de año, viene cargadito de buenos propósitos; unos beneficiosos para nuestro cuerpo: Que si dejo de fumar, que si sería conveniente perder unos kilitos, que si me apunto al gimnasio... Y otras intenciones buenas para el espíritu: que si voy a dedicar mas tiempo a la familia, que si llamo a aquel amigo al que tengo abandonado y que sé que puede necesitarme, etc.etc.
La mayoría por no decir todas las buenas ideas y nuevos proyectos suelen quedar aparcados en la cuneta y terminamos cayendo una y otra y otra vez en los mismas malas costumbres, en los mismos fatales errores.
Es aquí donde entra en juego el karma, que en pocas palabras no es mas que la relación causa o actos que cometemos, y efectos que estos producen. Y es que normalmente terminamos recogiendo lo que vamos sembrando en el camino de nuestra vida (aunque haya malvados que se vayan de este mundo de rositas, y bellas personas que vengan al mundo nada mas que para sufrir. Pero son los menos)
Pero el problema es que no acabamos de comprender bien lo de la causa-efecto y nos dejamos llevar en la mayoría de las ocasiones por nuestros instintos mas básicos, por nuestro egoismo o por nuestro orgullo, y acabamos escogiendo el camino equivocado una y otra vez, con lo que estamos condenados a no poder liberarnos de las cadenas que suponen los efectos de nuestras malas acciones, lo que se traduce en un continuo sufrimiento, tanto físico como espiritual.
Nos guste o no, la ley del karma rige nuestra vida, y tanto mejor nos irá cuanto mas seamos capaces de realizar buenas causas o actos cuyos efectos sean buenos; y es mejor "karmarse" y fijarse pocos objetivos sencillos y no añadir otros hasta que los primeros estén resueltos.
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