Todos los que vivían en aquel oasis sabían que las estrellas que hay en el fondo de una charca son sólo reflejo de las del cielo... y en sus largas y cálidas noches, miraban las estrellas de arriba y soñaban amores imposibles con ellas... Mientras despreciaban los reflejos que temblaban de noche en noche en el oscuro del agua.
Un buen día pasó por aquel oasis sun caminante; venía desde muy lejos.
Y les habló de países donde en invierno hace frío, donde en primavera los valles se llenan de hierba, donde la palabra "hogar" tiene sentido, donde los sueños, van siempre más lejos del horizonte monótono y diario... y todos, todos le escucharon asombrados.
También vio las estrellas de la charca, y habló de liberarlas. Fue entonces cuando los habitantes del oasis le tomaron por loco.
Pero él se pasó toda la noche con un cubo, sacando agua y estrellas casi ahogadas... Así hasta las primeras luces del nuevo día.
Cuando amaneció y dejaron de brillar las estrellas, el caminante se fue a descansar satisfecho. ¡No quedaba ni una sola estrella en la charca!
Pero los habitantes del oasis reían maliciosamente y esperaban que volviera la noche, que brillaran en el cielo las estrellas, que se reflejaran en el agua oscura... y así fue.
Al día siguiente, el caminante, avergonzado, emprendió un nuevo camino, dejando tras de sí un rastro que el viento se encargó de borrar.
Pero nadie se dio cuenta de los pequeños brotes de hierba que, días, después, crecieron en el terreno que el caminante había regado sacando cubos de agua de la charca, en su intento de liberar a las estrellas...
Y, aunque todo siguió igual, el desierto había perdido un poco de su aridez.
Fuente: José Gómez Palacios.
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