Esta expresión, que hoy en día no usa casi nadie, y es mas, casi nadie sabe qué significa, era en otros tiempos muy utilizada para referirse a personas que, conocidasnpor alguna faceta profesional, social o laboral, ejercían ocasionalmente y de manera destacada otra en apariencia muy alejada de la primera.
Se la debemos a Jean Auguste Dominique Ingres, que fue un pintor francés, que vivió entre los siglos XVIII y XIX y que fue extraordinariamente conocido tanto en Francia como en el resto de Europa donde por entonces reinaba la moda artística de nuestros vecinos.
Algunos de sus cuadros, perdida quizá la noción de su autoría, nos son aún muy conocidos a través de catálogos y de monografías: Napoleón entronizado, La gran bacanal, La odalisca, La fuente, la mayoría con provocativos desnudos femeninos propios de aquel estilismo.
Pues bien, Ingres fue asimismo un virtuoso violinista que deleitaba a la alta sociedad contemporánea que compraba sus lienzos con conciertos de exquisita música camerística. Su afición fue muy celebrada y pasó al lenguaje como sinónimo de segunda ocupación ejercida con esmero pero sin dedicación de profesionalidad.
A esa lista añadiríamos muchos nombres conocidos: Einstein, que también optó por el violín, Woody Allen por el clarinete, Carlos IV de España por la cerrajería, Churchill por la pintura, Clinton por el saxofón, Cajal por la fotografía o Unamuno por la papiroflexia como esencia de la geometría, por citar a algunos.
¿Y tú, tienes un Violín de Ingres?
Gracias a http://medicablogs.diariomedico.com
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