El pequeño caracol, bajo su concha caminaba tranquilo sobre una hoja.
Él no había decidido ser caracol, ni la hoja había pensado estar ahí y servir de alimento para el caracol.
De pronto, algo pareció mover a la hoja y al caracol con ella, ambos cayeron al suelo.
Minutos después la hoja había desaparecido. Mientras que el caracol avanzaba con su caminar hasta otra hoja que había en el suelo.
De nuevo, se produjo un movimiento. Tras él, las hojas quedaron movidas, pero permanecieron allí en el suelo. Mientras que el caracol perdió su concha y con ella su vida.
La moraleja... os la dejo a vosotros...
Las hipotecas no tienen piedad de nadie, ni siquiera de un pequeño caracolito.
ResponderEliminarQue razon tienes Vito, pobre caracol y pobres espanolitos.
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